A modo de cierre…

imageHoy no sé qué escribir, pero sin embargo dentro de mí nace una necesidad urgente de expresar alguna idea. No sé si será la angustia, la soledad, la incertidumbre lo que me motiva, lo único que sé es que quiero escribir. Reconozco que este blog nació como un lugar donde se podían poner a debate aquellas cosas que damos por normales dentro de nuestra sociedad pero que con un ojo más analítico nos podíamos dar cuenta que tales elementos no tenían nada de normal.

Muchas veces escribí de acuerdo a lo que observaba a mi alrededor, aquellas situaciones que estaban atravesando mis amigos y de las cuales yo era un observador silencioso. Otras veces, también escribí de acuerdo a ideas que me ofrecían, “che porque no escribís de esto” o “éste es un excelente tema para que hables en tu blog”. Y por último muchas veces escribí de acuerdo a lo que yo viví, a las experiencias que atravesaba a lo largo de todo este tiempo. Creo que si uno presta atención puede encontrar un hilo entre aquellas notas que fueron de mi observación, de consejos y de mi experiencia.

Pero hoy estoy agotado, me cuesta ordenar las ideas. He dejado de observar a mí alrededor porque ni siquiera puedo observar a mi interior. Aún me siguen aconsejando temas pero el cansancio me vence. Siento que la niebla no me deja ver más allá de mi nariz. Y salir de la neblina es una tarea muy agotadora. Puedo ser precavido e ir despacio y quizás tardar mucho tiempo en salir o acelerar todo con el objetivo de escaparme lo antes posible y en eso terminar estrellado contra una pared.

Creo que intentar ordenar las ideas de algún modo en este momento es un comienzo para poder volver a traer el espíritu de este blog. Finaliza un año y con él las muchas experiencias que pueden volcarse en la escritura. Finalizan broncas, llantos, tristeza, risas, besos esperando que comiencen cosas todavía mejores. El cambio de año es simplemente arrancar una hoja del almanaque, no podemos pretender que de un día al otro las cosas mejoren mágicamente. El verdadero cambio está en arrancar de cada uno eso que lo frena, eso que hace que siempre veamos las cosas negativas que nos sucedieron en lugar de las positivas.

¡Feliz navidad y año nuevo! Nos reencontraremos en el 2014…

Quién me ha robado el mes de abril

Quién me ha robado el mes de abril

¿Quiénes nos decepcionan? ¿Las personas o la idea que tenemos en nuestra cabeza de como es esa persona? Para aclarar este dilema primeramente me parece necesario diferenciar tres conceptos, ellos son: la desilusión, la decepción y la traición. ¿Quién no vivió alguna de estas emociones? ¿Quién no se sintió decepcionado cuando vio que esa persona en la que tanto confiaba le daba vuelta la cara?

Aunque el diccionario de sinónimos diga que la decepción es equivalente a la desilusión o el despecho y la desesperanza creo que podemos hacer una pequeña diferencia. Podemos decir que la decepción se genera a partir de no estar conforme con las actitudes o acciones de un tercero cuando depositamos en él nuestra confianza. En cambio la desilusión parte de lo más interno nuestro, de la imagen ilusoria que nosotros construimos de la persona. Y de ilusión hablo aquí como algo que no es real, que no se compatibiliza con la verdadera persona. Construida con elementos que son puras suposiciones nuestras, una imagen que alzamos de manera superficial de la persona.

Muchas veces nosotros no medimos esa imagen ilusoria que nos hacemos de las personas, confiamos ciegamente en ellas. Por eso podemos decir que la desilusión tiene su cara egoísta, surge cuando NUESTRAS esperanzas chocan con la verdadera personalidad de los sujetos. Pero la desilusión también tiene su lado positivo, nos ayuda a ser más precavidos y nos hace entender que las personas no son lo que aparentan. Luego queda en nosotros querer romper esas apariencias y prejuicios para conocer a las personas que realmente vale la pena conocer.

La decepción le sigue a la desilusión, nos decepcionan esas personas a las que llevamos mucho tiempo conociéndolas. Aquellas personas con las que convivimos día a día y en las cuales depositamos nuestra confianza. Nos decepcionan cuando nos prometen estar junto a nosotros pese a todo y cuando más los necesitamos desaparecen o están demasiado ocupados para preocuparse por nosotros. Entonces creo que la decepción parte cuando alguien muy cercano nos da su palabra y luego no cumple con ella.

Luego de la desilusión y la decepción aparece la traición, y de alguna manera engloba a las anteriores. La traición es la peor de todas porque implica que esa persona en la que confiamos  deliberadamente trata de hacernos mal. A esa persona ya no le importan nuestros sentimientos aunque alguna vez haya demostrado interés por ellos. Es la más dolorosa de todas porque además de perder a alguien a quien consideramos una persona cercana esta nos lastima intencionalmente.

Lo cierto es que por más que nos esforcemos nunca podremos conocer ciento por ciento a una persona. Pero esto no tiene que ser un justificativo para no confiar en nadie. Si no confiáramos no tendríamos amigos con quien llevar adelante la vida. Sin confianza nunca conoceríamos el amor ya que éste implica un poco de fe, de ilusión, de desilusión, de decepción, de traición. La parte difícil es ser dignos de confianza. Por eso lo importante es tratar de ser cada día mejores sujetos y saber qué clase de persona somos cuando alguien deposita su confianza en nosotros.

Perfectamente imperfectos

No somos perfectos, si así lo fuéramos, que aburridas serían las relaciones personales. Charlando con amigo una vez surgió una escueta definición sobre que llamamos amor (entiéndase aquí amor como un sentimiento relacionado con el afecto y el apego orientado hacia las personas que nos rodean). Estábamos, más o menos de acuerdo, en que comenzamos a amar cuando logramos tolerar y alcanzamos a convivir con los defectos de quienes nos rodean.

Aceptar a la gente tal cual es no quiere decir que debamos aceptar sus fallas como inevitables,  tampoco debemos contentarnos con el “yo soy así”. Tenemos que empezar por ser sinceros con nosotros mismos, atrevernos a enfrentarnos con el espejo y reconocernos tal cual somos. Tarea nada fácil, porque siempre es difícil reconocer los propios defectos, ya que, normalmente, los amigos no los suelen nombrar para no hacernos sufrir y los enemigos se alegran de que esos defectos persistan. Tenemos que ser tan humildes para reconocer que lo más probable es que nosotros nos corrijamos de algunos defectos, pero difícilmente lograremos arrancarlos totalmente.

Pero, ¿Cuál es el límite para convivir con los defectos de otros? ¿Cuál es el punto en el que el defecto del otro se convierte en doloroso e inevitable? En una de las primeras publicaciones de este blog hablaba sobre la importancia de la amistad para los argentinos, lo apegados que somos y la importancia de compartir. Quizás ese fuerte deseo de compartir deja en un segundo plano nuestra autoestima. Necesitamos con suma necesidad compartir, pasar tiempo con amigos ya que somos enemigos de la soledad. No siempre uno se topa con gente tolerante, que nos comprenda y sin embargo continuamos y dejamos que nos hagan daño.

Dejamos que nos lastimen con la esperanza de que esto algún día cambie, pero muchas veces ese día nunca llega. No nos damos cuenta que cada vez es peor, nos lastiman más y somos incapaces de defendernos por miedo a perder a esa persona. Nos privamos de ser felices de llevar una vida normal y priorizamos al otro antes que nuestro bienestar. Tanto daño con el tiempo acarrea angustia y depresión, y en lo único en que pensamos es en que hicimos mal nosotros. Y es que en parte tenemos culpa por no corregir nuestro defecto de dejar que los demás nos lastimen y no nos aprecien.

Hay cosas que no se pueden cambiar en los demás pero nosotros si podemos cambiar. Podemos querer ser felices y hacer felices a quienes se lo merezcan. Como las flores podemos absorber de la maloliente tierra los nutrientes necesarios para convertirnos en mejores personas. Podemos rechazar aquello que nos lastima de los demás porque si estos no tienen intenciones de aceptar sus defectos muy difícilmente acepten los nuestros. Además, lo que son defectos para muchos, seguramente serán virtudes para otros.

Los comienzos de nuestra amistad

Berni - Manifestación (1934)

Berni - Manifestación (1934)

Si decimos que la amistad es una de las maneras más comunes que tienen las personas de relacionarse entre si a lo largo de la vida no nos ha de extrañar pensar que la misma, tal como la como la conocemos hoy, se remonta a los comienzos de la civilización.  Desde viejos poemas Babilónicos hasta las múltiples referencias de la cultura popular, pasando por los griegos, las enseñanzas de la biblia, la literatura clásica, la música y el cine entre otras tantas cosas. La amistad y el compañerismo se respiran día a día, nuestra manera de interactuar con otros nos enriquece en experiencia e influye en nuestra personalidad.

Aristóteles menciona que existen tres tipos de amistad: por interés, por placer y por el bien; pero solo la que surge por el bien merece llamarse amistad. No es nada raro que los argentinos seamos de los que más valoramos estos vínculos por el bien. Esto no quiere decir que no tengamos amistades por interés, pero si algo es cierto es que de cualquier manera que comience siempre queremos que sea por el bien. La amistad se demuestra en la preocupación por el amigo, interesándose por su bienestar, por sus problemas y logros. Por esto procuramos reunirnos, comunicarnos o convivir con él. Un amigo es el que está en todo momento, el que te levanta cuando estás decaído.

El hecho de que este vinculo este tan arraigado en nosotros se debe en gran parte a las inmigraciones que poblaron nuestro país. Primero fueron los que llegaron a fines del siglo XIX con la esperanza de la tierra prometida y luego con aquellos que huían del hambre y la guerra a principios del XX. Cientos de miles de personas bajaron de algún barco y se encontraron frente a una vasta tierra y la hostilidad de las clases políticas. La miseria y la humillación que compartieron los llevo a unirse y exigir sus derechos, unidos lograron crear una incipiente clase media argentina y partidos políticos que representaban sus intereses. De esta manera la vida social argentina comenzaba a acelerarse. Luego, durante los periodos de guerras mundiales, otra oleada de europeos llegaron a estas costas. Con la dificultad de conseguir trabajo se establecieron en la ciudad y sus alrededores donde se apiñaron en conventillos. Muchos llegaron solos y obligados a vivir junto a personas de otras colectividades sembraron las raíces del compañerismo que se extienden hasta nuestros días.

Para los argentinos la amistad es indispensable y en estos tiempos de redes sociales, donde cualquiera puede ser “amigo” de quien quiera sentado frente a un monitor, creo que nunca dejaremos de disfrutar una tarde de mates o una pizza con cerveza los viernes por la noche. Cara a cara, donde los sentimientos pueden expresarse con una risa o una palmada de aliento, allí reside la verdadera amistad.

El cielo y la amistad

Un cuento corto sobre la amistad, tema de esta semana.

Un hombre, su caballo y su perro iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un enorme árbol, cayo un rayo y los tres murieron fulminados. Pero el hombre no se dio cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos animales; a veces los muertos tardan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición.

La carretera era muy larga, colina arriba, el sol era muy fuerte, estaban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un portal magnífico, todo de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro, en el centro de la cual había una fuente de donde manaba un agua cristalina.

El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada:

– Buenos días.

– Buenos días -respondió el guardián-.

– ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?

– Esto es el Cielo.

– Que bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos.

– Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera -y el guardián señaló la fuente-.

– Pero mi caballo y mi perro también tienen sed…

– Lo siento mucho -dijo el guardián- pero aquí no se permite la entrada a los animales.

El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo; dio las gracias al guardián y siguió adelante. Después de caminar un buen rato cuesta arriba, exhaustos, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puertecita vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles.

A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero, posiblemente dormía.

– Buenos días -dijo el caminante- El hombre respondió con un gesto con la cabeza.

– Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo.

– Hay una fuente entre aquellas rocas -dijo el hombre- indicando el lugar. Podéis beber tanta agua como queráis.

El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed. El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.

– Podéis volver siempre que queráis -Le respondió-

– A propósito ¿Cómo se llama este lugar?

– El Cielo.

– ¿El Cielo?

– ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!

– Aquello no era el Cielo, era el Infierno.

– El caminante quedó perplejo. ¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones!

– ¡De ninguna manera! En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.