Mentes peligrosas

mente«Nada es bueno o malo en sí mismo, es el pensamiento el que lo hace así.»
Shakespeare.

Durante las 24 horas del día, incluso mientras dormimos; durante los 365 días del año y prácticamente durante toda nuestra vida nos pasamos la mayoría del tiempo luchando. Pero quiero decir luchando en el buen sentido del término, luchando por obtener lo que uno desea. Puedo luchar con los trenes para llegar a horario a esa cita tan importante o luchar contra la rutina para que ésta no sea tan aburrida. Luchamos con aquellas situaciones que se nos presentan en lo cotidiano con el único objetivo de llegar a salvo al fin del día, poder descansar, y así recomenzar otro round contra la vida.

Luchamos contra esas cosas que, creemos, nos impiden cumplir nuestros objetivos. Piedras en el camino que el mundo exterior nos coloca para complicarnos la existencia decimos. Pero, ¿qué tan cierto es que el mundo que nos rodea es el que mete la traba y no somos nosotros mismos, desde nuestro interior, los que nos frenamos sin saberlo? Existe una lucha más importante que todas las que puede haber y es la que llevamos a cabo con nuestra mente, con nosotros mismos.

Los problemas existen solo en nuestra mente. Es ella la que gobierna nuestras acciones y determina que es un obstáculo y que no. Somos nosotros mismos desde nuestro interior los que creamos los obstáculos. El mundo existió y seguirá existiendo después de nosotros y las cosas seguirán pasando. Dejar que nos afecten está en cada uno de nosotros.

No existe una realidad objetiva es nuestra mente la que moldea la manera de ver la realidad. Según nuestras experiencias pasadas, los hechos acontecidos durante nuestra niñez, y todo aquello que pudo haber influido en la formación de nuestro inconsciente, la mente determinará si somos capaces de ver el vaso medio lleno o medio vacío. Es nuestra historia pasada guardada en el inconsciente la que se manifiesta en nuestra mente en el ahora. Es la mente la que transforma cualquier evento del presente en angustia, tristeza, ansiedad.

Luchar contra este mecanismo de la mente es primordial para poder ser libres, para poder disfrutar de la vida sin dar a lugar a la desesperación. Por eso creo que el poder de todo cambio siempre radica en nosotros. Es que si nosotros somos los que decidimos que es bueno y que es malo, también somos nosotros los únicos que podemos decir basta. Romper con esto puede llevar días, meses, años; todo depende de nuestra fuerza de voluntad. De cambiar nuestra mirada y luchar por nuestra felicidad.

Esto me lleva a la pregunta ¿Qué tanto vale la pena algo? Es decir, ¿Vale la pena sentirse mal por las cosas que nos suceden día a día? La mente y su continuo bombardeo nos impiden ver esas cosas que nos hacen bien, esas  pequeñeces de la vida que nos ponen en contacto con nuestro verdadero ser. Esta en nosotros dejarnos o no dominar por el pesimismo y la angustia, la energía para superarlo está dentro nuestro, es la misma que usamos para ver el vaso medio vacío.

«Sólo a partir de mi mente puedo transformar al paraíso en infierno o al infierno en paraíso.»

Shakespeare.

El Árbol de los Problemas

El carpintero que había contratado para que me ayudara a reparar una vieja granja acababa de finalizar su primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se había dañado, haciéndole perder una hora de trabajo, y su viejo camión se negaba a arrancar. Mientras lo llevaba a su casa, permaneció en silencio. Cuando llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol y tocó las puntas de las ramas con ambas manos.

Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso entusiasta a su esposa.

De regreso me acompañó hasta el carro. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.

“Este es mi árbol de problemas —contestó—. Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa, y en la mañana los recojo otra vez. Lo divertido —dijo sonriendo— es que cuando salgo a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior”.

El problema

Un gran maestro y un guardián compartían la administración de un monasterio zen. Cierto día el guardián murió, y había que sustituirlo. El gran maestro reunió a todos sus discípulos para escoger a quien tendría ese honor.

-Voy a presentarles un problema.- dijo.
-Aquel que lo resuelva primero será el nuevo guardián del templo.-

Trajo al centro de la sala un banco, puso sobre este un enorme y hermoso florero de porcelana con una hermosa rosa roja y señaló:

-“Este es el problema”.-

Los discípulos contemplaban perplejos lo que veían: los diseños sofisticados y raros de la porcelana, la frescura y elegancia de la flor… ¿Qué representaba aquello? ¿Qué hacer? ¿Cuál era el enigma? Todos estaban paralizados. Después de algunos minutos, un alumno se levantó, miró al maestro y a los demás discípulos, caminó hacia el florero con determinación y lo tiró al suelo.

-“Usted es el nuevo guardián.- le dijo el gran maestro, y explicó:

-Yo fui muy claro, les dije que estaban delante de un problema. No importa qué tan bellos y fascinantes sean, los problemas tienen que ser resueltos. Puede tratarse de un florero de porcelana muy raro, un bello amor que ya no tiene sentido, un camino que debemos abandonar pero que insistimos en recorrer porque nos trae comodidades. Sólo existe una forma de lidiar con los problemas: atacarlos de frente. En esos momentos no podemos tener piedad, ni dejarnos tentar por el lado fascinante que cualquier conflicto llevan consigo”.-