Anotaciones sobre el Amor (Parte II)

¿Por qué es importante desmitificar el amor? Porque en el amor no todo es color de rosa y, como decíamos en el análisis anterior, porque no es como nos lo muestran los medios de comunicación. Fundamentalmente porque tenemos una imagen errónea de cómo debe ser el amor, falsas ideas llenas de expectativas, ilusiones y esperanzas que se estrellan contra la realidad. Al tratar de desmitificar no quiero ser pesimista sino realizar un esfuerzo para mostrar que el amor como lo conocemos es una construcción social y cultural que implica complejas estructuras psicológicas a nivel individual.

La estructura psíquica de cada persona es el resultado de experiencias pasadas que fueron forjando la personalidad. Los miedos, las alegrías, la tristeza, el valor y por supuesto el amor son elementos que van creciendo dentro de uno desde el primer momento de vida. Las experiencias que vivamos desde el interior del útero materno hasta varios años después de la infancia serán determinantes para que estos elementos se desarrollen en un justo y sano equilibrio. En esta construcción que realiza el niño de manera inconsciente se ponen en juego diversos factores como la integridad del grupo familiar, la cultura en la que crece y la educación que recibe ya por parte de la sociedad, es decir la escuela.

Nadie está exento de que durante esta etapa se presenten problemas que en un futuro deriven en enfermedades psicológicas, fobias u otros síntomas que impidan un correcto desenvolvimiento de la vida social. Superar bien o mal esta etapa significará la posibilidad de construir un amor sano o enfermo. Si anteriormente decíamos que el amor es un arte es importante identificar tres etapas en su construcción: 1. Enamoramiento, 2. Desilusión y 3. Aceptación de las diferencias y desarrollo del amor.

En el enamoramiento idealizamos a nuestra pareja, es el todo perfecto. Es el tiempo de las ilusiones como un trastorno de la percepción. El ser amado se ve engrandecido en tanto que el enamorado se va empequeñeciendo hasta el punto tal de no poder entender, como alguien tan perfecto se ha fijado en él. Es de suma importancia avanzar hacia la segunda etapa ya que aquí es donde comenzamos a ver la realidad. Aquí vemos por primera vez a nuestra pareja como un ser humano capaz de equivocarse y de tener defectos. Quedarnos en la primera etapa significaría vivir en un estado de ensueño que no se corresponde con la realidad y esto es altamente peligroso. Se trata de amores adolecentes de personas que aun no han madurado lo suficiente y tienen miedo de perder ese mundo perfecto. Idealizar al ser amado de forma desmedida implica perder el amor propio.

Para llegar al amor hay que luchar contra la desilusión, pero esto no implica que sea a cualquier precio. Una persona debe aceptar que el otro tiene algunas cosas que no le gustan y que no la hacen feliz. ¿Pero a que costo? Es aquí donde podemos decir que no existe el amor incondicional. Amar incondicionalmente significa amar sin poner condiciones, es decir, amar aunque nos peguen, aunque nos engañen, etc. Entonces, la posibilidad de estar con alguien implica aceptar algunas de esas cosas que el otro tiene y nos molestan, pero la condición para aceptarlas debería ser que al menos no nos lastimaran.

Superar estas etapas es fundamental para poder desarrollar una relación sana. Idealizar el amor es peligroso, porque creer que el amor todo lo puede es mentira, con el amor no basta. Si no sumamos el respeto y la confianza nunca podremos sentirnos bien. Sin embargo tanto tiempo de insistir que con el amor todo lo puede no es de extrañar que alguien quiera sostener una relación a cualquier costo por el solo hecho de estar enamorado, cuando lo más sensato sería hacer el duelo por la ruptura y verse libre para construir una nueva con reglas más sanas. A su vez es importante quitar a la locura esa mirada romántica. La locura es algo doloroso que lastima al enfermo y a su entorno, nadie se vuelve loco por amor. Por eso es importante que el niño se desarrolle en un medio sano, lleno de comprensión, respeto y amor. Porque lo difícil no es amar con locura, lo difícil es amar sanamente, aceptando que no somos iguales sin permitir que los defectos de los demás nos hagan daño.

Continuara…

El Amor y la Locura

Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres. Cuando El Aburrimiento había bostezado por tercera vez, La Locura como siempre tan loca, les propuso: ¿Vamos a jugar a las escondidas?

La Intriga levantó la ceja intrigada y La Curiosidad sin poder contenerse preguntó: ¿A las escondidas? ¿Y cómo es eso?

Es un juego, explicó La Locura, en que yo me tapo la cara y comienzo a contar, desde uno a un millón mientras ustedes se esconden y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que encuentre ocupará mí lugar para continuar el juego.

El Entusiasmo bailó secundado por La Euforia. La Alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a La Duda, e incluso a La Apatía, a la que nunca le interesaba nada. Pero no todos quisieron participar, La Verdad prefirió no esconderse. ¿Para qué? si al final siempre la hallan. La Soberbia opinó que era un juego muy tonto (En el fondo lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y La Cobardía prefirió no arriesgarse…

Uno, Dos, Tres…; comenzó a contar La Locura. La primera en esconderse fue La Pereza, que como siempre se dejó caer tras la primera piedra del camino. La Fe subió al cielo y La Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.

La Generosidad casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para cada uno de sus amigos, que si ¿un lago cristalino?: Ideal para La Belleza. Que si ¿la hendija de un árbol?: Perfecto para La Timidez. Que si ¿el vuelo de una mariposa?: Lo mejor para La Voluptuosidad. Que si ¿una ráfaga de viento?: Magnífica para La Libertad. Así terminó por ocultarse en un rayito de sol.

El Egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio, ventilado, cómodo… pero sólo para él.

La Mentira se escondió en el fondo de los océanos (Mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris) y La Pasión y El Deseo en el Centro de los Volcanes.

El Olvido… se me olvidó donde se escondió… pero eso no es importante.

Cuando La Locura contaba, El Amor aún no había encontrado sitio para esconderse, pues todo se encontraba ocupado… hasta que divisó un rosal y enternecido decidió esconderse entre sus flores.

Un millón; contó La Locura y comenzó a buscar. La primera en salir fue La Pereza sólo a tres pasos de una piedra. Después se escuchó a La Fe discutiendo con Dios sobre Teología, y La Pasión y El Deseo los sintió en el vibrar de los volcanes. En un descuido encontró a La Envidia y claro, así pudo deducir dónde estaba El Triunfo. El Egoísmo no tuvo ni que buscarlo; Él solito salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a La Belleza y con La Duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre una cerca sin decidir aún de qué lado esconderse.

Así fue encontrando a todos, El Talento entre la hierba fresca, a La Angustia en una oscura cueva, a La Mentira detrás del arco iris… (mentira, si ella estaba en el fondo del océano) y hasta El Olvido… que ya se le había olvidado que estaba jugando a las escondidas, pero sólo el amor no aparecía por ningún sitio.

La Locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas y cuando estaba por darse por vencida divisó un rosal y las rosas… y tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó: las espinas habían herido los ojos del Amor: La Locura no sabía qué hacer para disculparse, lloró, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.

Desde entonces, desde que por primera vez se jugó a las escondidas en la tierra…

El Amor es ciego y La Locura siempre lo acompaña.

 

[Una pequeña aclaración: en muchas páginas de Internet se señala al poeta uruguayo Mario Benedetti como su autor cuando en realidad no lo es. En un principio se difundió de manera anónima pero luego se le atribuyó a la escritora chilena Claudia Silva Castro.]