¿Quiénes nos decepcionan? ¿Las personas o la idea que tenemos en nuestra cabeza de como es esa persona? Para aclarar este dilema primeramente me parece necesario diferenciar tres conceptos, ellos son: la desilusión, la decepción y la traición. ¿Quién no vivió alguna de estas emociones? ¿Quién no se sintió decepcionado cuando vio que esa persona en la que tanto confiaba le daba vuelta la cara?
Aunque el diccionario de sinónimos diga que la decepción es equivalente a la desilusión o el despecho y la desesperanza creo que podemos hacer una pequeña diferencia. Podemos decir que la decepción se genera a partir de no estar conforme con las actitudes o acciones de un tercero cuando depositamos en él nuestra confianza. En cambio la desilusión parte de lo más interno nuestro, de la imagen ilusoria que nosotros construimos de la persona. Y de ilusión hablo aquí como algo que no es real, que no se compatibiliza con la verdadera persona. Construida con elementos que son puras suposiciones nuestras, una imagen que alzamos de manera superficial de la persona.
Muchas veces nosotros no medimos esa imagen ilusoria que nos hacemos de las personas, confiamos ciegamente en ellas. Por eso podemos decir que la desilusión tiene su cara egoísta, surge cuando NUESTRAS esperanzas chocan con la verdadera personalidad de los sujetos. Pero la desilusión también tiene su lado positivo, nos ayuda a ser más precavidos y nos hace entender que las personas no son lo que aparentan. Luego queda en nosotros querer romper esas apariencias y prejuicios para conocer a las personas que realmente vale la pena conocer.
La decepción le sigue a la desilusión, nos decepcionan esas personas a las que llevamos mucho tiempo conociéndolas. Aquellas personas con las que convivimos día a día y en las cuales depositamos nuestra confianza. Nos decepcionan cuando nos prometen estar junto a nosotros pese a todo y cuando más los necesitamos desaparecen o están demasiado ocupados para preocuparse por nosotros. Entonces creo que la decepción parte cuando alguien muy cercano nos da su palabra y luego no cumple con ella.
Luego de la desilusión y la decepción aparece la traición, y de alguna manera engloba a las anteriores. La traición es la peor de todas porque implica que esa persona en la que confiamos deliberadamente trata de hacernos mal. A esa persona ya no le importan nuestros sentimientos aunque alguna vez haya demostrado interés por ellos. Es la más dolorosa de todas porque además de perder a alguien a quien consideramos una persona cercana esta nos lastima intencionalmente.
Lo cierto es que por más que nos esforcemos nunca podremos conocer ciento por ciento a una persona. Pero esto no tiene que ser un justificativo para no confiar en nadie. Si no confiáramos no tendríamos amigos con quien llevar adelante la vida. Sin confianza nunca conoceríamos el amor ya que éste implica un poco de fe, de ilusión, de desilusión, de decepción, de traición. La parte difícil es ser dignos de confianza. Por eso lo importante es tratar de ser cada día mejores sujetos y saber qué clase de persona somos cuando alguien deposita su confianza en nosotros.