Ese objeto del deseo (apéndice de Anotaciones sobre el Amor)

Espero, con la última seguidilla de notas sobre el amor, haber contribuido apenas un poco en la difícil tarea de desmitificar tal sentimiento. Sé que el tema es amplio y puede dar a lugar a miles y miles de páginas que llegarían a otras tantas miles de conclusiones. Por eso mismo creo que más adelante el tema del amor sobrevolara nuevamente este blog. Pero volviendo al tema de hoy quiero que esta nota sea a manera de apéndice sobre el triangulo que forma el amor, el deseo y la infidelidad. Porque si hablamos de amor el peor miedo que siempre surge con él es el de la infidelidad.

Este triangulo se compone de dos elementos que son de raíces culturales y sociales (amor e infidelidad) y otro que es puramente psicológico (deseo). Los seres humanos nacemos en una sociedad sin poder elegirla, somos productos culturales de la misma. Somos un simple engranaje que permite perpetuar el orden civilizado. En una sociedad occidental como la nuestra el amor marital parece tener que estar dirigido únicamente a una persona y la infidelidad se presenta como la traición a ese pacto de amor entre dos personas. La infidelidad es una construcción cultural derivada de otra, también cultural como lo es el amor.

Estas no son más que “reglas” culturales que no compatibilizan del todo con el deseo. El deseo es un impulso y como tal es difícil de controlar hasta que lo satisfacemos. Las motivaciones de un deseo y la elección del objeto al que está dirigido varían de persona a persona. Lo que es común a todos es que el deseo una vez satisfecho muda de objeto. Por ejemplo, puedo desear con todas mis fuerzas comprarme un auto, una vez que logro mi objetivo mi deseo se encuentra satisfecho por lo que mi impulso se mudara hacia otro objeto como puede ser querer comprar una casa. Desde este punto de vista el deseo es fundamental para nuestro desarrollo como personas ya que es este impulso el que nos motivará al cambio, al crecimiento, a mirar un futuro con esperanzas. Sin deseos nos encontraríamos estancados siempre en el mismo sitio.

Pero como deseamos objetos o llegar a determinadas metas también podemos desear a otra persona. Y aquí podemos hacer una diferencia entre desear y amar a una persona. Puedo desear sexualmente a un individuo sin el amor de por medio. Por eso es común que el infiel no deje fácilmente a su pareja por otra persona que solo está para satisfacer un deseo. Que deseemos a otra persona no quiere decir que la amemos. En este punto es importante comprender que la infidelidad no implica siempre que el amor haya desaparecido. El problema se presenta cuando anteponemos nuestros deseos sobre la confianza y el amor de la pareja sin medir el daño que podemos causarle.

No profundizare en definir el amor ya que las notas anteriores bastan para ello. Solo recordaremos que el amor se basa en una relación de confianza, de aceptación y sobre todo de respeto. El deseo no entiende de estas razones, por supuesto que muchas personas pueden controlar estos impulsos sublimándolos hacia otros objetos que no dañan la pareja. Pero tampoco debemos engañarnos con la ilusión de que una persona puede ser completamente fiel ya que nunca comprenderemos cuales son los motivos que disparan sus deseos y hacia quienes están dirigidos. Por otro lado tampoco es correcto jactarse de que uno es fiel y siempre lo será porque el objeto del deseo es muy cambiante.

Creo que la fidelidad y la infidelidad no hacen otra cosa que reforzar la definición de amor. Todo se basa en la confianza y el respeto, como decía en notas anteriores el amor es un salto de fe. Definitivamente no es bueno dejar de vivir el amor por miedo a la infidelidad. Que el miedo no nos prive de muchas cosas bellas; y si nos toca caer, nunca es tarde para aprender y ser más precavido para la próxima vez.

“No todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama”