Hay personas…

Hay personas que tienen pareja pero se sienten tan solas y vacías como si no las tuvieran.
Hay otras que por no esperar deciden caminar al lado de alguien equivocado y en su egoísmo, no permite que ese alguien se aleje aún sabiendo que no le hace feliz.

Hay personas que sostienen matrimonios o noviazgos ya destruidos, por el simple hecho de pensar que estar solos es difícil e inaceptable.
Hay personas que deciden ocupar un segundo lugar tratando de llegar al primero, pero ese viaje es duro, incómodo y nos llena de dolor y abandono.

Pero hay otras personas que están solas y viven y brillan y se entregan a la vida de la mejor manera. Personas que no se apagan, al contrario, cada día se encienden más y más. Personas que aprenden a disfrutar de la soledad porque las ayuda a acercarse a si mismas, a crecer y a fortalecer su interior.

Esas personas son las que un día sin saber el momento exacto ni el por qué se encuentran al lado del que las ama con verdadero amor
y se enamoran de una forma maravillosa.

Sin miedo a nada

miedosYa no recuerdo si en alguna nota pasada habré hablado del miedo, pero no importa, hoy retomo el tema. Más que nada quiero tratar el miedo al cambio, el miedo a lo desconocido y lo peor de todo, el miedo a lo que no nos animamos a hacer.

Si nuestro sueño es crecer como personas y buscar lo que para cada uno de nosotros es la felicidad, siempre pero siempre va a ver implicado un riesgo y una responsabilidad que asumir. La responsabilidad consiste en tomar aquellas decisiones que nos lleven a cumplir nuestros objetivos sin que ello implique perjudicar a otras personas, asumir el control de nuestras vidas y no dejar que nadie decida por uno mismo. Por otro lado, invariablemente el riesgo de fracasar va a estar presente, porque aunque nosotros queramos el bienestar siempre habrá personas egoístas y sin escrúpulos dispuestas a ponernos palos en la rueda.

Pese a que estas personas existan me parece mucho peor cuando uno mismo es el que se pone los palos en la rueda. Cuando son muy fuertes y están demasiado arraigados son los mismos miedos los que se transforman en esas trabas. No hay nada peor que sea uno mismo el que boicotee su propio camino. No digo que lo hagamos a propósito solo por querer dar lastima, todo lo contrario lo hacemos porque nuestras experiencias pasadas dejaron huella, porque la educación que recibimos nos enseñó a ser pasivos, porque la sociedad en su conjunto le teme al cambio.

Nos sentimos muy cómodos en nuestra zona de confort, en ella todo es predecible y controlable en gran medida. Es en esta zona donde sabemos que lo que hacemos está bien, quizá no nos llene de felicidad pero tampoco caemos en la desesperación. Nos acostumbramos a ella sin darnos cuenta que con el tiempo nos moldea y limita en nuestras capacidades. Quedarse mucho tiempo en esta zona puede ser peligroso, podemos seguir soñando, pero de a poco esos sueños parecerán inalcanzables. Pero nuestros sueños se encuentran fuera de esta zona y vencer el miedo a salir de ella es el primer paso para alcanzarlos.

Nadie dice que sea fácil, lo difícil es poder ver las capacidades y herramientas con las que contamos cada uno para poder salir y adentrarnos a una nueva zona. Confiar en nosotros mismos y pensar que siempre está la posibilidad de fracasar al salir, sin embargo que esto no sea un impedimento para quedarnos cómodos. Del fracaso se aprende y con el también crecemos, ganamos en confianza y expandimos la zona de confort. Salir a buscar nuestros sueños depende de cada uno, vencer los miedos es animarse a más. Es animarse a crecer, aprender, amar, quererse a uno mismo y sobre todo, es animarse a ser feliz.

A modo de inicio… (Cuando me amé de verdad)

SmileUn nuevo año ha comenzado y está en nosotros dejar que todo siga igual o seguir buscando lo que no pudimos alcanzar en el anterior. No dejemos que las metas y las propuestas de cambio se acumulen en enero. Las metas deberían proponerse todos los días. Levantarse todas las mañanas y ponerse como meta tener un día feliz debería ser lo esencial. Mentalizarse en positivo todas las mañanas es el primer paso para tener un gran día.

Si logramos que el 51 por ciento del día sea un gran día, por insignificante que sea, ya cuenta como positivo. Acumular la mayor cantidad de estos días positivos al año nos ayudará a predisponernos a que cosas buenas nos sucedan. Acumular de estos días nos ayuda a alcanzar nuestras metas y que a fin de año podamos decir que fue un excelente año.

Aunque siempre es costoso quedarse con lo bueno, no sirve de nada evaluar lo negativo de cada año, tendemos a dar vueltas y más vueltas sobre lo malo que nos pasó. Si tratamos que cada día sea un hermoso día lograremos despejar la negatividad y a la hora de la evaluación no habrá lugar para lo malo. Comenzar a quererse cada vez un poquito más es el primer paso para tener un gran día.

Con este año, seguiremos escribiendo en este blog sobre aquello que hace que esta sociedad funcione, sobre aquellas cosas que creemos que son naturales y las aceptamos sin darnos cuenta que puede existir otra razón. Trataremos de llamar la atención sobre aquellas cosas que hacen que nuestro día se desvié y termine siendo uno malo. Como así también trataremos aquellos sentimientos e ideas que nos ayudan a que cada día sea un día mejor.

 

Cuando me amé de verdad

Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.

Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.

Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.

Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.

Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.

Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.

Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.

Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.

Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!

No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.

Charles Chaplin

A modo de cierre…

imageHoy no sé qué escribir, pero sin embargo dentro de mí nace una necesidad urgente de expresar alguna idea. No sé si será la angustia, la soledad, la incertidumbre lo que me motiva, lo único que sé es que quiero escribir. Reconozco que este blog nació como un lugar donde se podían poner a debate aquellas cosas que damos por normales dentro de nuestra sociedad pero que con un ojo más analítico nos podíamos dar cuenta que tales elementos no tenían nada de normal.

Muchas veces escribí de acuerdo a lo que observaba a mi alrededor, aquellas situaciones que estaban atravesando mis amigos y de las cuales yo era un observador silencioso. Otras veces, también escribí de acuerdo a ideas que me ofrecían, “che porque no escribís de esto” o “éste es un excelente tema para que hables en tu blog”. Y por último muchas veces escribí de acuerdo a lo que yo viví, a las experiencias que atravesaba a lo largo de todo este tiempo. Creo que si uno presta atención puede encontrar un hilo entre aquellas notas que fueron de mi observación, de consejos y de mi experiencia.

Pero hoy estoy agotado, me cuesta ordenar las ideas. He dejado de observar a mí alrededor porque ni siquiera puedo observar a mi interior. Aún me siguen aconsejando temas pero el cansancio me vence. Siento que la niebla no me deja ver más allá de mi nariz. Y salir de la neblina es una tarea muy agotadora. Puedo ser precavido e ir despacio y quizás tardar mucho tiempo en salir o acelerar todo con el objetivo de escaparme lo antes posible y en eso terminar estrellado contra una pared.

Creo que intentar ordenar las ideas de algún modo en este momento es un comienzo para poder volver a traer el espíritu de este blog. Finaliza un año y con él las muchas experiencias que pueden volcarse en la escritura. Finalizan broncas, llantos, tristeza, risas, besos esperando que comiencen cosas todavía mejores. El cambio de año es simplemente arrancar una hoja del almanaque, no podemos pretender que de un día al otro las cosas mejoren mágicamente. El verdadero cambio está en arrancar de cada uno eso que lo frena, eso que hace que siempre veamos las cosas negativas que nos sucedieron en lugar de las positivas.

¡Feliz navidad y año nuevo! Nos reencontraremos en el 2014…

Que yo no pierda…

Que yo no pierda
la VOLUNTAD DE VIVIR,
aún sabiendo
que la vida es,
en muchos momentos, dolorosa…

Que yo no pierda
el OPTIMISMO,
aún sabiendo
que el futuro que nos espera
puede no ser tan alegre…

Que yo no pierda
el EQUILÍBRIO,
aún sabiendo
que inumerables fuerzas
quieren que yo caiga…

Que yo no pierda
la GARRA,
aún sabiendo
que la derrota y la pérdida
son dos adversários extremadamente peligrosos…

Que yo no pierda
la RAZON,
aún sabiendo
que las tentaciones de la vida
son imnumerables y deliciosas…

Que yo no pierda
el SENTIMIENTO DE JUSTICIA
aún sabiendo
que el perjudicado pueda ser yo…

Que yo no pierda
la LUZ Y EL BRILLO AL MIRAR,
aún sabiendo que
muchas cosas que veré en el mundo
obscureserán mis ojos…

Que yo no pierda
la virtud de
AYUDAR A LAS PERSONAS
aún sabiendo
que muchas de ellas
son incapaces de ver,
reconocer y retribuir,
esta ayuda…

Que yo no pierda
la virtud de tener
GRANDES AMIGOS,
aún sabiendo
que, con las vueltas del mundo,
ellos acaban marchándose de nuestras vidas…

Que yo no pierda
la VIRTUD DE AMAR,
aún sabiendo
que la persona que yo más amo
puede no sentir el mismo sentimiento por mi…

Que yo no pierda
mi FUERTE ABRAZO,
aún sabiendo
que un día
mis brazos estarán débiles…

Que yo no pierda
el AMOR POR MI FAMÍLIA,
aún sabiendo
que ella muchas veces
me exigiría esfuerzos increibles
para mantener su armonía…

Que yo no pierda
el ROMANTISISMO,
aún sabiendo
que las rosas no hablan…

Que yo no pierda
la BELLEZA
y la ALEGRIA DE VER,
aún sabiendo
que muchas lágrimas brotaran de mis ojos
y escurrirán por mi alma…

Que yo no pierda
la virtud de
REGALAR ESTE ENORME AMOR
que existe en mi corazón,
aún sabiendo
que muchas veces
el será sometido y juzgado…

Que yo no pierda
la virtud de
SER GRANDE,
aún sabiendo
que el mundo es pequeño…

y después de todo…

Que un pequeño grano de alegría y esperanza
dentro de cada uno,
es capaz de cambiar y transformar
cualquier cosa,

pues…

LA VIDA ES CONSTRUÍDA CON SUEÑOS
Y REALIZADA CON AMOR!

(http://blunelblu.blogspot.com.ar/)

Y al final… un amargo adiós

 Ya mis pasos no persiguen tus huellas y mi boca no grita tu nombre ... Encerrado en la soledad de un cuarto voy pensando ... y eschuchando el silencio ... Solo doy vueltas en mi cama ... sé que ya no será como ante, sé que hace tiempo nunca fué ... Piénsame alegre y sonriente, aunque ahora el camino se hace confuso ...

Ya mis pasos no persiguen tus huellas
y mi boca no grita tu nombre …
Encerrado en la soledad de un cuarto
voy pensando … y eschuchando el silencio …
Solo doy vueltas en mi cama …
sé que ya no será como antes,
sé que hace tiempo nunca fué …
Piénsame alegre y sonriente,
aunque ahora el camino se hace confuso …

Un par de notas atrás hablaba sobre lo difícil que es decir adiós. Lo difícil que es aceptar que aunque sigas queriendo tengas que decir hasta nunca porque las situaciones así lo determinan. Ese amargo adiós que creemos doloroso de decir en un principio, también es doloroso de recibir. Es difícil de aceptar lo que no se quiere escuchar, lo que no se quiere decir y lo que no se quiere sentir. Sin embargo ya está dicho y no queda más que aceptarlo, que comenzar a convivir con ello hasta encontrar un nuevo hola.

Recibir un adiós no es fácil y más cuando uno es el responsable del mismo. Cuando uno tiene la culpa de llegar a esa despedida. Quizás se llegue a él sin querer, sin tener la intención de haberlo provocado y quizás por eso puede llegar a ser más doloroso. Porque no supimos darnos cuenta antes que ciertos actos y actitudes podrían lastimar. Entonces es ahí cuando ese adiós se transforma en una cachetada que sacude toda nuestra persona, nos hace cuestionar nuestros actos, nuestras palabras, nuestros sentimientos.

Lo peor es que no se trata de un solo adiós, es una despedida a una forma de ser, a una rutina, a un pasado, a una sonrisa, a una complicidad, a los amigos, al trabajo. Es triste acordarse de ciertas cosas y saber que no volverán a ocurrir otra vez. El pasado comienza a doler y el futuro se cae a pedazos. El presente parece ser avasallador y sin salidas, lo que es loco ya que es en el aquí y ahora donde vivimos. Es en el presente que sentimos el dolor que nos recuerda que estamos vivos. Es en el ahora donde cargamos la mochila del pasado y observamos como el futuro se desvanece.

Después del adiós solo queda un largo camino que recorrer, enfrentarse al miedo de no volver a escuchar un nuevo hola. Un miedo que de seguro hay que superar si queremos volver a empezar. Solo queda la difícil tarea de, como el fénix, resurgir de las cenizas. Pero se trata de resurgir siendo mejores personas, aprendiendo de los errores cometidos para no tener que volver a padecer otro adiós. Las cosas no se deben presionar, toda herida lleva su tiempo sanar y seguramente nuevas personas estarán agradecidas de dar una bienvenida.

“Es mejor retirarse y dejar un bonito recuerdo, que insistir y convertirse en una verdadera molestia. No se pierde lo que no tuviste, no se mantiene lo que no es tuyo y no puede aferrarse a lo que no se quiere quedar. Si eres valiente para decir ADIÓS la vida te recompensará con un nuevo HOLA. Porque lo que unos desperdician… otros mueren por tenerlo”

Simplemente agregaría que si también eres valiente para ACEPTAR el adiós la vida también te recompensará con un nuevo hola.

¿Por qué la vida no viene con manual?

erroresHoy, luego de mucho tiempo sin escribir, me siento nuevamente frente al teclado para dejar salir cosas que no puedo expresar verbalmente. Desde mi última publicación he cometido muchos errores. Errores que quizá de manera inconsciente cometí una y otra vez, pero totalmente seguro que de manera involuntaria han lastimado a otras personas.

Creo que no hay peor error que no asumir que se cometió uno. ¿Pero cuando sabemos que es un error lo que estamos haciendo?… Cuando nos damos cuenta que eso nos hace mal?, Cuando vemos que herimos a otros? Podemos cometer miles de errores durante nuestra vida y quizá muchos no los reconozcamos hasta el día de nuestra muerte. Quizá nunca nos demos cuenta que ciertas cosas pueden lastimar. Pero el día que nos damos cuenta de ellos debemos estar agradecidos.

El día en el que reconocemos que nos equivocamos es el día en el que crecemos un poco más como personas. Es el día en el que entendemos que nuestras acciones tienen consecuencias y que dichas consecuencias pueden ser contraproducentes para uno mismo. Podemos revivir errores del pasado que creíamos perdidos, olvidados pero que en el presente todavía pueden lastimar. Errores que quizás cometimos en etapas en las que uno se encontraba perdido, sin saber qué rumbo tomar. Pero que gracias a amigos o simplemente personas que el destino nos pone delante podemos corregir. Personas que nos sacan de la niebla y nos depositan nuevamente en la senda, quizás sin que nosotros mismos nos demos cuenta. Personas que no conocen nuestros errores pasados, pero no porque se los ocultemos, sino porque gracias a ellos retomamos el camino.

Son esos errores del pasado que no hacen otra cosa que vivir en él. Errores que seguramente nunca volveremos a cometer gracias a estas personas. Somos seres humanos  y ninguno está exento de cometerlos. Lo grave sería no aprender de ellos, porque justamente si hay algo que nos hace seres humanos es por un lado cometer errores, pero por el otro reconocerlos y no volver a cometerlos.

¿Porque cometemos errores? Porque no nacemos sabiendo. Porque la experiencia también se adquiere equivocándose. Porque el error nos da esa sabiduría que los libros no nos pueden dar.  Porque intentamos hacer las cosas lo mejor posible y a veces no nos damos cuenta que ciertas actitudes no son las correctas y lo que pensábamos que estaba bien resulta dañar a otros.

He cometido muchos errores en el pasado, he hecho cosas de las que no me enorgullezco. En un tiempo hubo errores que me llevaron a cometer otros errores. En el medio de todos ellos conocí esa persona que te devuelve a la senda y me olvidé de ellos. Comencé a cometer otros errores. Puse y pongo todo mi esfuerzo para no cometerlos porque sé que me dañan y no demuestran la persona que soy o que quiero ser, pero sobre todo porque dañan a quien no se lo merece. Sin embargo, por más que uno se esfuerce, los errores del pasado, aunque uno ya no los cometa, siguen estando y siguen atormentando con sus consecuencias, dañando y llevándonos nuevamente a la niebla.

Solo me queda por decir que me arrepiento de todos mis errores, de aquellos que no me dejaron crecer, vivir y soñar como mi corazón deseaba y sobre todo de aquellos que cometí sin saber que más adelante lastimarían a la persona que quiero.

Mentes peligrosas

mente«Nada es bueno o malo en sí mismo, es el pensamiento el que lo hace así.»
Shakespeare.

Durante las 24 horas del día, incluso mientras dormimos; durante los 365 días del año y prácticamente durante toda nuestra vida nos pasamos la mayoría del tiempo luchando. Pero quiero decir luchando en el buen sentido del término, luchando por obtener lo que uno desea. Puedo luchar con los trenes para llegar a horario a esa cita tan importante o luchar contra la rutina para que ésta no sea tan aburrida. Luchamos con aquellas situaciones que se nos presentan en lo cotidiano con el único objetivo de llegar a salvo al fin del día, poder descansar, y así recomenzar otro round contra la vida.

Luchamos contra esas cosas que, creemos, nos impiden cumplir nuestros objetivos. Piedras en el camino que el mundo exterior nos coloca para complicarnos la existencia decimos. Pero, ¿qué tan cierto es que el mundo que nos rodea es el que mete la traba y no somos nosotros mismos, desde nuestro interior, los que nos frenamos sin saberlo? Existe una lucha más importante que todas las que puede haber y es la que llevamos a cabo con nuestra mente, con nosotros mismos.

Los problemas existen solo en nuestra mente. Es ella la que gobierna nuestras acciones y determina que es un obstáculo y que no. Somos nosotros mismos desde nuestro interior los que creamos los obstáculos. El mundo existió y seguirá existiendo después de nosotros y las cosas seguirán pasando. Dejar que nos afecten está en cada uno de nosotros.

No existe una realidad objetiva es nuestra mente la que moldea la manera de ver la realidad. Según nuestras experiencias pasadas, los hechos acontecidos durante nuestra niñez, y todo aquello que pudo haber influido en la formación de nuestro inconsciente, la mente determinará si somos capaces de ver el vaso medio lleno o medio vacío. Es nuestra historia pasada guardada en el inconsciente la que se manifiesta en nuestra mente en el ahora. Es la mente la que transforma cualquier evento del presente en angustia, tristeza, ansiedad.

Luchar contra este mecanismo de la mente es primordial para poder ser libres, para poder disfrutar de la vida sin dar a lugar a la desesperación. Por eso creo que el poder de todo cambio siempre radica en nosotros. Es que si nosotros somos los que decidimos que es bueno y que es malo, también somos nosotros los únicos que podemos decir basta. Romper con esto puede llevar días, meses, años; todo depende de nuestra fuerza de voluntad. De cambiar nuestra mirada y luchar por nuestra felicidad.

Esto me lleva a la pregunta ¿Qué tanto vale la pena algo? Es decir, ¿Vale la pena sentirse mal por las cosas que nos suceden día a día? La mente y su continuo bombardeo nos impiden ver esas cosas que nos hacen bien, esas  pequeñeces de la vida que nos ponen en contacto con nuestro verdadero ser. Esta en nosotros dejarnos o no dominar por el pesimismo y la angustia, la energía para superarlo está dentro nuestro, es la misma que usamos para ver el vaso medio vacío.

«Sólo a partir de mi mente puedo transformar al paraíso en infierno o al infierno en paraíso.»

Shakespeare.

Un amargo adiós

deciradiosHace un par de semanas una amiga publico en su muro una frase que decía más o menos así: “Si eres valiente para decir ADIÓS la vida te recompensará con un nuevo HOLA, porque lo que unos desperdician… otros mueren por tenerlo.” Y después de leer me pregunté ¿somos valientes? ¿Por qué es tan difícil decir adiós? Pero después de pensarlo caí en la cuenta de que todos, muy dentro nuestro, conocemos las respuestas, es que simplemente… somos cobardes.

Somos cobardes, porque decir adiós significa que una parte nuestra muere con esa persona y la verdad es que no queremos que muera. Preferimos mantener esa parte en lo que yo diría un estado de coma del cual nunca sabremos si despertará. Ya no reacciona, no sabemos si en un futuro se levantará, la llevamos a todos lados como si fuese una mochila cargada de piedras. Pero todo eso no importa, aún la tenemos con nosotros, sigue siendo nuestra.

Creemos que los recuerdos se esfumarán, todo desaparecerá y habrá que empezar de nuevo. Pero lo que es peor, vivimos aferrados a esos recuerdos y no nos damos cuenta que son simplemente evocaciones de un pasado encerradas en nuestra mente. Nos cuesta recordar que vivimos a través de los sentidos y no de estos recuerdos. La sensación de dos labios chocándose, oler ese perfume que emana la piel, acariciar suavemente una espalda o simplemente observar la sonrisa de una persona cuando esta junto a nosotros tiene mucho más valor que un simple recuerdo. Son esas pequeñas cosas las que nos hacen sentir más vivos. Pero vivir de esos recuerdos parece ser más fácil, pues ellos no nos lastiman.

No decimos adiós porque también tenemos temor a lo desconocido, decir adiós implica abrirse a un mundo nuevo, a nuevas experiencias y a nuevas personas. Esto quiere decir que también nos abrimos a una nueva posibilidad de que nos lastimen, que no nos valoren, de volver a revivir ese pasado al que creímos decirle adiós. Sin embargo me parece que en este punto es donde deberíamos dar lugar a la experiencia. ¡Ojo! nadie garantiza que no revivamos aquello que dejamos en el olvido. Simplemente cuando decimos adiós significa que crecimos y aprendimos que es lo que nos hace mal y que queremos para nuestra vida de ahí en más.

Decir adiós significa dejar de lado esa mochila y no quiere decir que necesariamente nosotros somos los que vamos a decir el nuevo hola. Dejar de lado esa parte nuestra que esta moribunda nos dará el espacio y tiempo necesario para ver aquello que antes teníamos frente a nuestras narices. Recuerdo el dicho popular que reza “el árbol no te deja ver el bosque”. Y esto es verdad, el árbol es ese adiós que tanto nos cuesta decir, no vemos que más allá hay todo un mundo nuevo por explorar y conocer.

Adiós no quiere decir que tengamos que renunciar a todo lo que creímos que era bueno, sino más bien quiere decir que debemos aceptar aquello que ya no tiene futuro. Una vez aceptado esto podremos comenzar a construir un nuevo futuro en base a lo que creemos que es correcto y bueno para nosotros. Saber despedirse es lo más importante porque no hay nada más triste que extrañar a aquella persona que está a tu lado.

 

Les dejo la frase completa que sirvió como disparador de esta nota:

“Es mejor retirarse y dejar un bonito recuerdo, que insistir y convertirse en una verdadera molestia. No se pierde lo que no tuviste, no se mantiene lo que no es tuyo y no puede aferrarse a lo que no se quiere quedar. Si eres valiente para decir ADIÓS la vida te recompensará con un nuevo HOLA. Porque lo que unos desperdician… otros mueren por tenerlo”

Aquellas pequeñas cosas

MiedoSi analizamos el miedo desde el punto de vista de la biología nadie se opondría a decir que es una emoción positiva. Es un esquema adaptativo que constituye un mecanismo de defensa y supervivencia, surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. Pero me parece más interesante analizar el punto de vista psicológico y sociocultural del miedo. Sigmund Freud, en su teoría del miedo, definió dos términos del miedo: miedo real y miedo neurótico. El miedo real es aquel que surge cuando la dimensión del miedo está en correspondencia con la dimensión de la amenaza. Existe miedo neurótico cuando la intensidad del ataque de miedo no tiene ninguna relación con el peligro.

El modelo de la psicología profunda nos dice que el miedo existente corresponde a un conflicto básico inconsciente y no resuelto, al que hace referencia. El pasado nos condena y el temor de revivir experiencias traumáticas nos paraliza ante las decisiones del presente. De manera inconsciente, sin saber que estos miedos existen, determinan nuestra personalidad, determinan nuestra capacidad de adaptación a determinadas situaciones. ¿Somos de enfrentar las trabas que nos pone la vida?, ¿Las contemplamos sin saber qué hacer?, ¿Les tenemos pánico y huimos de ellas para caer en la depresión y la angustia? Entonces creo que es correcto cuestionarse si somos completamente libres de tomar decisiones o si éstas están determinadas por nuestro pasado. Un pasado que renace en el presente en forma de miedo.

Nos puede dar miedo iniciar una relación por miedo a que nos lastimen. Nos puede dar miedo dejar ir a una persona por miedo a la soledad. Nos da miedo expresar lo que sentimos por miedo a quedar expuestos e indefensos. Como dice Serrat en su canción, son esas aquellas pequeñas cosas que creemos que mato el tiempo y la ausencia. Pequeñas cosas que residen en un rincón del inconsciente, que ya vivimos y que vuelven sin preguntarnos. Son ellas las que nos ponen límites a nuestro desarrollo personal, no nos dejan avanzar. Pero esto también sucede porque nosotros no sabemos cómo dominarlas o no contamos con las herramientas adecuadas para hacerles frente.

Desde el punto de vista social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter de la persona o de la organización social. Se puede por tanto aprender a temer objetos o contextos, y también se puede aprender a no temerlos, se relaciona de manera compleja con otros sentimientos (miedo al miedo, miedo al amor, miedo a la muerte, miedo al ridículo) y guarda estrecha relación con los distintos elementos de la cultura. La sociedad y la cultura son el marco contenedor de estos miedos neuróticos. El ser humano, como miembro de la sociedad, esta propensos en caer en mayor o menor medida en las fobias, traumas de niñez, violencia y cualquier elemento que pueda quedar grabado en la cabeza como signo del miedo.

¿De qué manera podemos cambiar estas conductas? En primer lugar parece lógico enfrentar el miedo. Hay que pensar que el pasado no va a reaparecer a menos que nosotros se lo permitamos. Nosotros tenemos el control de nuestras vidas, no nos tienen porque pasar las mismas cosas. El pasado determina quienes somos pero no por eso debe determinar hacia dónde vamos. Vivir el presente en su máximo esplendor y forjar un futuro desde el ahora deberían ser las herramientas para vencer el miedo. No hay que dejar que nos aísle, fortalecer la autoestima día a día nos hace personas más fuertes y por lo tanto capaces de enfrentar los peores temores sin dejar de ser uno mismo.

El Dalai Lama dice “Solo existen dos días en el año en los que no se puede hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana. Por lo tanto hoy es el día ideal para amar, creer, hacer y principalmente vivir”. No tiene sentido luchar contra el pasado, no puedes modificarlo. Pero tampoco es cuestión de sentarse a esperar futuros perfectos. Es en el hoy donde uno tiene que vivir y forjar su futuro sin temor al fracaso, la soledad y la angustia.